Es de los favoritos para ganar el oro con solo 22 años
Javier Fernández pasa sus últimos días antes de la gran prueba entre la Villa Olímpica y la pista de entrenamientos, a solo un paseo de distancia. La rutina de cada competición. Como muchos de los patinadores en Sochi, solo ha podido tocar una vez el hielo del coqueto Iceberg Palace, donde este jueves (entre 16.00 y 20.30, Tdp), con el programa corto (un tope de 170 segundos) empieza el torneo más importante de su vida. Pero le gusta. Dice que no es tan blando como el de prácticas y eso es una preocupación menos porque cuando llegó tuvo problemas con un salto y se notaba inquieto. “Es una cosa que me he quitado de la cabeza”, dice sonriendo.
Lo que no puede evitar pensar, aunque lo intenta diciéndose a sí mismo que es una competición más y que aún es joven (22 años), que vendrán más oportunidades, es la presión. Porque la rutina puede ser la misma, pero los juegos son otra cosa. El patinador lo sabe de primera mano porque ya estuvo en Vancouver hace cuatro años. Entonces era un muchacho con grandes dotes para el patinaje que había logrado llegar al evento más importante a pesar de entrenarse en un país sin tradición, en una pista que compartía con patinadores aficionados en Majadahonda, una ciudad dormitorio a las afueras de Madrid. Acabó en el puesto 14, un gran mérito. Ahora siente la presión de los favoritos, de los elegidos. La presión de conseguir la primera medalla del patinaje artístico español y la primera en unos Juegos de Invierno desde el bronce de Blanca Fernández Ochoa en 1992 (antes solo está el oro de Francisco en 1972).
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